POR QUÉ EN JUEGO DE TRONOS LOS REINOS DE PONIENTE ANDAN TAN ATRASADOS EN TECNOLOGÍA

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POR QUÉ EN JUEGO DE TRONOS LOS REINOS DE PONIENTE ANDAN TAN ATRASADOS EN TECNOLOGÍA

 ¿Qué ocurriría si acabásemos por creer una realidad totalmente fantástica sobre nuestro mundo?

El post de la semana pasada partía del destino de Homero y Hesíodo en la otra vida, al menos según Pitágoras –colgados de un árbol a la entrada del Hades, por hablar de los dioses demasiado libremente-, y pasando por esos manuscritos gaélicos del siglo III que MacPherson dijo haber descubierto, sin enseñarlos jamás, planteaba la licitud ética de inventarse pasados alternativos dándolos por ciertos; para concluir que siendo un proceder deleznable en política y en ciencia, por muy en boga que esté, podía quedar amparado por las leyes de la novela.

Una posible alternativa consiste en inventar personajes que los inventan. A título de ejemplo fue lo que hizo Umberto Eco, no en esos laberintos documentales bastante innecesarios en los que encaja “El nombre de la rosa” –un historiador recoge el manuscrito de un abad que copia el escrito por otro personaje, todo eso para que el autor se ponga supuestamente a reconstruirlo-, sino en una novela bastante menos jaleada, “El péndulo de Foucault” –opinión meramente personal: hay que leerla dos veces para que te guste, pero a la segunda se le encuentra el mérito-: unos amigos juegan a inventar claves que expliquen falsamente la historia y acaban peligrando porque empiezan a acertar con la realidad.

También sirve de paradigma el Tlön de Jorge Luis Borges: la completísima enciclopedia imaginaria sobre un planeta igualmente imaginario, que sus autores, conscientes de tal condición, se toman totalmente en serio. En algún sitio he leído el cotejo entre la ficción y la moderna Wikipedia –igual es en la propia Wikipedia-. ¿Qué ocurriría si ésta se fuese apartando de la verdad, como sugieren ciertas teorías conspirativas, y acabásemos por creer una realidad totalmente fantástica sobre nuestro mundo? Habrá quien añada: ¿y quién nos asegura que no está pasando ya?

¿Podríamos asegurar que, por citar un par de ejemplos, un norcoreano no muy ilustrado, o un votante de Trump en el medio oeste, habitan el mismo planeta que nosotros?

La finalidad del post es bastante menos trascendente. Habla de esos universos paralelos creados en la ficción, que albergan culturas igualmente ficticias; refiriéndonos obviamente a las ubicadas en el pasado, porque, aunque Verne, Asimov y, me temo, Orwell se aproximasen bastante las del futuro sólo pueden resultar fantásticas. Otro factor estimable es que asuman el carácter ficticio de forma voluntaria, no a base de acumular disparates anacrónicos al estilo de Águila Roja y otras series españolas de televisión –en la titulada “Toledo” un guerrero del siglo XI decía a su hija, más o menos, que entendiera que no le dejaba salir por la noche porque tenía la obligación de protegerla-.

Estamos hablando de mundos paralelos con valores culturales propios, que a veces consisten en la ausencia de cultura alguna, y religión propia, como la geografía e incluso sus reglas físicas divergentes de las nuestras. Con una simple ojeada a la literatura de grandes éxitos se hallarán referencias elementales –el mundo de Tolkien, el de R.R.Martin– basadas en la explotación de esta fórmula. Ampliando el ámbito de exploración al cómic, lo que encuentro muy respetable, también serviría la Era Hiboria de Conan.

Sin embargo los ejemplos sirven también para detectar una constante del género: para que el gran público los encuentre reconocibles, esos mundos inventados tienen que parecerse mucho al nuestro, paralizado en cierta época. Tal vez la divulgación alcanzada por la obra de Martin vía serie televisiva, es decir “Juego de tronos”, depare una visión eficaz sobre lo que digo.

¿Por qué Juego de tronos se ha quedado en nuestro siglo trece o catorce, combatiendo con espadas y flechas? 

En lo que posiblemente sea uno de los pocos fallos de concepción en la obra, se supone que esos reinoslos de Poniente, con los que nos acabamos familiarizando, y ésos al otro lado del océano que rezamos por no conocer, que bastante lío nos está armando ya el autor con los primeros- remontan su historia a varios miles de años. La pregunta elemental es: en tal caso, ¿por qué se han quedado en nuestro siglo trece o en el catorce, que son a los que remite el entorno? ¿Por qué, fuego valirio al margen, combaten con espadas y flechas y no se les ha ocurrido inventar armas de fuego, no digamos ya los misiles o los drones? Con lo a gusto que se habría sentido Aerys el Loco teniendo a mano el botón nuclear, o lo que aprovecharían las armas químicas a Cersei Lannister. No hablemos ya de la aeronáutica, dragones aparte, o a la informática, cuando ni siquiera se han acercado a la imprenta.

Implica que el ritmo de evolución de esos mundos ficticios es mucho más lento que el nuestro. Será porque deben calcar éste en buena medida para resultar reconocibles; que nuestra Baja Edad Media es estimada el período más adecuado para dar jugo literario –ensamblaje de atuendos vistosos y tradiciones heroicas con cierta complejidad social e ideológica-; y que no hay más remedio que hacer algo de trampa con la cronología si se busca continuidad histórica sin ir a parar al Neolítico.

Inventar culturas, tradiciones y sistemas de culto es una de las actividades más gratificantes que puede emprender un escritor

Con la excusa de que hay que ser valiente y predicar con el ejemplo me había propuesto que los posts de esta especie condujesen a alguna clase de referencia a libros propios, de los ofertados en la web. Tal y como ha evolucionado el presente no me atrevo, porque entrar en parangón directo con Martin o Tolkien supondría un atrevimiento insensato. Sólo puedo decir que inventar culturas, tradiciones y, ya que empezamos por allí, sistemas de culto es una de las actividades más gratificantes que puede emprender un escritor, bueno o malo. En el caso concreto de “La sombra de la zumaya”, renunciado a las bazas de la Baja Edad Media antes expuestas opté por otra época bastante menos divulgada, el mundo ibero anterior a las colonizaciones; no como sustrato histórico, sino como mero marco para la invención. Igual no salió mal del todo.

 

Joaquín Borrell

lynx@librosjoaquinborrell.com
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