
01 Jun SE NON É IBERO É BEN TROVATO
IBERIA ANTIGUA TRAVEL: SE NON É VERO É BEN TROVATO.
Obviamente la frase es un remedo –la original italiana empieza “se non é vero”, si no es verdad está bien hallado-.Incluso creo que es un chistecito gastado en alguna aventura de Astérix. Sin embargo puede servir para resumir la finalidad del post: proclamar que al escribir sobre la iberia antigua es lícito inventar, siempre que se cumplan dos requisitos. Uno, que se haga con un mínimo conocimiento de causa, es decir, con una conexión por lo menos posible a la realidad. Dos, que quede claro que se está en el territorio de la ficción; que de urdir fantasías históricas y hacerlas creer pueden derivar consecuencias muy peligrosas.
En el fondo ocurre lo mismo con cualquier territorio del pasado sobre el que se novelice. La novela no es arqueología. No le toca retratar la historia, sino usarla para crear mundos alternativos más apasionantes que éste, con los que hacer pasar buenos ratos al lector. Lo que ocurre es que los iberos –en sentido amplio: y celtas y celtíberos, vamos, los españoles prerromanos– aportan varios elementos que a mi juicio refuerzan esa licitud.
El primero: son nuestra familia. Si el Registro Civil tuviese dos mil quinientos años la mayoría de nosotros se remontaría a un abuelo ibero en ochenta o noventa asientos, los que caben en un autobús grande. Deberían interesarnos más que los viquingos o los egipcios faraónicos; y no digamos que los dothrakis o los cimerios de la Era Hiboria.
El segundo: con ellos jugamos en casa. La geografía física ha variado un poco, pero sus montes y sus ríos –éstos con algo más de agua- son también los nuestros, podemos reconstruir sus distancias y orientarnos en sus andanzas por nuestros propios medios.
Otro más: existe una especie de deber cívico de interesar a los españoles sobre la iberia antigua.
Como apuntamos en el primer post, resulta incomprensible que nos resulte tan extraña. No sé lo suficiente para culpar a los filólogos en general –seguro que hay excepciones muy meritorias-; pero da un poco de vergüenza que tengamos tan asumido que es imposible conocer el idioma ibero. ¿Con los medios actuales, ordenadores incluidos, cuando idiomas muertos hace muchos más siglos pueden leerse –por los especialistas, claro- sin dificultad? ¿Por qué en el Diccionario de la Academia hay tantas palabras, con trazas prerromanas tan evidentes como si llevasen una falcata clavada, de las que consta “de etimología desconocida”? Que lo sea para mí vale; pero ¿no están para eso los académicos?
Y una última: era un mundo fantásticamente fértil desde una perspectiva literaria. Combinaba frescura primitiva, con inserción en la naturaleza y elevadas dosis de lo que podríamos llamar heroísmo elemental, con la finura cultural que demuestran los prodigios de su arte. Aún cabe añadir su relación con pueblos novelísticos por definición –los griegos colonizadores, los cartagineses, las legiones de la Roma republicana-. Vamos, que para recoger argumentos, personajes y conflictos no hay más que alargar la mano.
Me he guardado una ventaja adicional: como sabemos poco, es fácil inventar sin mentir. No distorsionamos una verdad conocida –salvo que se haga a posta; cabe citar una reciente serie de televisión donde los lusitanos de Viriato se llamaban Darío, Bárbara o Sandro; faltaban un Borja Mari y un Jonathan-, sino que libramos a la fantasía el trabajo de completar las lagunas.
Hay que leer de todo, incluso sobre la iberia antigua.
Pero sobre ésta también hay que escribir más. Lo han hecho autores clásicos como Blasco Ibáñez –Sonnica la Cortesana no está entre sus obras más divulgadas, pero merecería hacerlo-, también otros actuales –véase el Rey Lobo de Eslava Galán; y ya que ha salido la especie aprovecho para destacar a Siro López, no al periodista sino al autor de “El lobo totémico”.
Y como este blog parte del principio de que está feo dar lecciones sin dar ejemplos, al margen de cómo hayan salido éstos, citaré mis dos intentonas en la materia. Una, “La bahía del último aliento”, utiliza el mundo de la iberia antigua como fondo y para suministrar un par de protagonistas –otra es gimnete, un pueblo costero (parece) bastante más antiguo-, aunque el tema real es otro: cómo un grupo de mujeres sabe organizarse para asumir roles masculinos y derrotar a los hombres en un terreno exclusivo de éstos, como en la época era el mar. Por lo que se refiere a los iberos, advierto que hace un amplio uso de esa libertad de configuración de la que he hablado. También que la novela sigue hasta la última página del libro. Se diría que todas lo hacen; pero ojo que inventar antecedentes también es un recurso de la ficción.
La bahía del último aliento y La sombra de la zumaya, mis dos intentos en la materia.
La mitad de “La sombra de la zumaya” reconstruye la vida y obra de un famoso poeta alteano, que se dice ser un pueblo de cultura singular entre los de la iberia antigua –la otra media va de las relaciones entre la estudiosa en la materia y un aficionado al que encanta rebatir sus ideas-. Otra vez ojo: hay quien estima que el topónimo Altea es prerromano, aunque tiene equivalencias griegas y árabes, pero yo no había oído hablar de los antiguos alteanos hasta que decidí que sonaban a pueblo ibero; y quien busque referencias sobre su historia y sus dioses en Wikipedia quedará bastante defraudado.
En cuanto al idioma, advierto que me cae simpática la tesis vascoiberista, que asocia el idioma ibero con el euskera de siempre, y que sin conocimientos serios sobre la materia la encuentro bastante fundada. Pero es que además me encanta la eufonía de la lengua vasca y, puestos a inventar el idioma de los personajes, me pareció una cantera tan legítima como cualquier otra.
¿Es todo este post una disculpa pública por haberme portado como un mentiroso? Pues no. Por definición es imposible mentir en la novela, ya que su función es la de contar cosas que no han pasado. En cuestión de pueblos de la iberia antigua creo que es hasta éticamente recomendable, como recurso para atraer, hasta donde alcancen las fuerzas de cada cual, la atención sobre un tema tan absurdamente relegado. Aunque sólo sea para que el Diccionario nos explique más etimologías. Dicho lo cual prometo que en el siguiente post empezaremos de una vez el viaje.
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