Iberia Antigua Travel

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El mentir de edades viejas

es un seguro mentir,

porque nadie ha de venir

a molestarnos con quejas.

(José Luis Gordillo, “Historia de Formentera”)

Hace unos cuantos años, cuando Grijalbo reeditó “La bahía del último aliento”, me encontré con el siguiente e impactante titular en un periódico: “Borrell describe el mundo anterior al Imperio Romano” (entendámonos: dicho así parece que fuese la noticia de cabecera. Lógicamente hablo de un recuadro en una página interior). Obviamente no me había atrevido a tanto, ni creo que el empeño sea posible, ni los romanos pintaban nada en la novela. Tan sólo había ambientado ésta en la primera mitad del siglo VI a.C. y para el periodista la historia antigua se dividía en dos partes, antes y después del Imperio Romano; igual que un amigo mío asegura que entiende mucho de botánica porque clasifica los árboles en dos especies, pinos y no pinos.

 

Estatua de Breogán junto a la Torre de Hércules

 

Sin embargo para los fines de este apartado la referencia puede servir. Admitamos que a la mayoría de los españoles, en la que me cuento, nos cuesta dar nombres de la historia peninsular anterior a nuestra era. Todos diríamos Viriato, porque salía dibujado en los libros de historia del bachiller –casi siempre a punto de ser asesinado por unos traidores con cara de sayones de Semana Santa-. Bastantes recurriríamos al tebeo para incluir a El Jabato, que se decía ibero; aunque resultaba imposible de datar, porque coincidía con personajes de demasiados siglos –para dejarlo claro: en tiempos del Imperio ya nadie hablaba de iberos. Los habitantes de la península eran hispanos.

Los leridanos citarán a Indíbil y Mardonio, cuya estatua da la bienvenida al visitante nada más cruzar el Segre, con cierto aire de haber ganado una medalla olímpica en alguna especialidad de dúos, los gallegos a Breogán, porque da el estribillo al himno autonómico y nombre a un meritorio equipo de baloncesto, y, sobre todo si son de Lugo, les sonará el dios Lug. He oído que algunos televidentes atribuyen condición prerromana, por el tiempo que lleva en la parrilla, a un presentador llamado Jordi Hurtado. Carezco de datos fiables sobre la materia.

Lo que habita en el inconsciente colectivo, también por herencia de la etapa escolar, es la noción de que en la península había dos pueblos: los celtas rubios en el norte y los iberos morenos en el sur; que se encontraron, cabe suponer que en el centro, e incluso creo recordar algún dibujo en el que se daban la mano muy satisfechos de la casualidad. También nos consta que debieron de llevar su contento más allá, porque enseguida aparecieron los celtíberos. Obviamente se trata de una serie de disparates con débil justificación geográfica. Dentro de unos años, cuando el tabaco sea una curiosidad histórica, tal vez alguno sostenga que a los celtas rubios antes mencionados se contraponían los celtas cortos.

 

Jabato

 

Para empeorar las cosas en nuestro tiempo se añade otra especie de desconocimiento: el que resulta de la mixtificación, porque las áreas de reparto de algunas etnias se suponen al actual mapa autonómico; porque éste ha ido creando su propia historia, en muchos casos hibridando la crónica con la mitología; y porque cualquier referencia al pasado debe ser cuidadosamente cribada por si desmiente algún postulado oficial.

En cuanto a lo que hablaban antes de aprender latín, dejando a salvo algunos esfuerzos individuales realmente heroicos, se diría que nunca ha habido demasiado interés por sus idiomas. En el diccionario de la R.A.E. sorprende la enorme cantidad de palabras cuyo origen se despacha con “de etimología desconocida”. Hombre, pues que se esfuercen un poco más en dárnosla a conocer; sobre todo atendido cuánto suenan muchos sustantivos a ibero o a celta.

 

Fragmento de un Kálatos de San Miguel de Llíria

 

En los posts que siguen no voy a pretender rellenar estas lagunas, dado que participo de ellas. Me asomé un poco al mundo ibero en “La bahía del último aliento” antes citada, admito que con una estimable dosis de fantasía que –véase el versito del encabezamiento- juzgué lícita al efecto. “La sombra de la zumaya” se encuentra totalmente ambientada en una supuesta cultura de fondo ibero, pero que a nadie se le ocurra tomarla como referencia histórica y mucho menos lingüística.

Sin embargo pueden servir como punto de partida, al menos en mi caso para intentar saber más. Por eso he pensado que sería interesante constituir una agencia de viajes, huelga decir que imaginaria, cuyo campo principal de actividad sea la península prerromana, a la que en el siglo VI a.C. llamó Iberia un marino focense copiado mucho tiempo después por Festo Avieno. Prerromano significa anterior al 218 a.C., que fue cuando los primeros legionarios desembarcaron en Ampurias para fastidiar a la retaguardia de Aníbal, sin que se marchasen después.

Se trata de proponer recorridos culturales por los distintos pueblos que compusieron tal realidad, atribuirles unos cuantos toques distintivos y curiosear sus hábitos, todo ello con una perspectiva lúdica y dejando un campo muy ancho a la imaginación. No se va a hacer historia, pero a la vez se va a intentar no deformarla. Tan sólo se aspira a generar algún interés.

Joaquín Borrell

lynx@librosjoaquinborrell.com
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