7 NOVELAS HISTÓRICAS

7 NOVELAS HISTÓRICAS

 

7 NOVELAS HISTÓRICAS (POR PONER UN NÚMERO)

Una cuestión recurrente en las redes cuando se habla de literatura es la de formar selecciones en cualquier materia. Por ejemplo, según se me sugiere, en la de las mejores novelas históricas. Parece divertido además de inofensivo, porque si se limita el número nadie se puede enfadar por quedarse fuera.

Seleccionar las peores podría ser más justiciero; pero también injusto, porque casi nunca son culpa del autor sino de la editorial que les dio curso y promocionó.

Me dicen también que al efecto siete es un buen número: el de las maravillas del mundo, los sabios de Grecia, las obras de caridad y hasta el de los pecados capitales, aunque en esta cuestión uno sea más grave que los restantes: el del anacronismo camuflado, que adapta a lo políticamente correcto al protagonista –se entiende positivo- de cualquier época.

Pues vamos con ella –no hace falta decir que desde una óptica particular-, prescindiendo para aligerar de entrar a debatir qué es una novela histórica.

Dejémoslo como la que se ambienta en el pasado, recurre al menos en parte a personajes reales y no distorsiona más de la cuenta sus acciones conocidas ni su carácter.

El GANADOR tendrá que arreglárselas para pisar a la vez dos escalones del pódium, porque también se lleva el SEGUNDO puesto. Hablo de Robert Graves y, por orden, “Claudio el dios” y “Yo Claudio”. La serie de televisión con el segundo título estuvo muy bien, pero sólo pudo abarcar una parte mínima de los libros. No es solamente que el emperador y el autor a través de él piensen en romano del siglo I; es que lo hacen como un romano ingeniosísimo y con una mala uva, compatible con sus buenas intenciones, absolutamente genial.

                                         

El TERCER puesto para el clásico por excelencia de la literatura italiana, aunque imagino que habrá dejado de serlo; no porque haya empeorado con el tiempo, sino porque también allí habrán desterrado los clásicos. Hablo de “I promessi sposi”, para nosotros “Los novios” de Manzoni. La mayor parte de la obra es ficción, pero tan bien ambientada que equivale verdaderamente a un paseo por la Lombardía del XVII bajo ocupación española. Ojo, previa vacunación contra la peste, que en cambio va a llevarse a unos cuantos protagonistas. Una advertencia: las primeras páginas del libro se limitan a describir las orillas de un lago. No pueden hacerlo mejor ni más visualmente; pero el jefe de marketing de una editorial de nuestros días lo destinaría al fuego antes de llegar a la cuarta página.

Saltemos unos ciento cincuenta años –quiero decir de un autor a otro- para asignar la CUARTA plaza a una obra de nuestros días. “La fiesta del chivo”, sobre el dictador dominicano Leónidas Trujillo, mezcla realidad con mucha ficción; pero aquélla queda tan bien fijada que justifica su inclusión como novela histórica. Cuando las páginas del Hola le interesaban menos que ahora Vargas Llosa escribió también un ensayo sobre las técnicas novelísticas de Flaubert, “La orgía perpetua”. Lo que ha hecho para lograr el cuarto puesto mencionado es aplicarlas de mano propia; desde luego de forma impecable.

Parece que es el turno de un francés. Pues que pase Víctor Hugo en QUINTA posición y “Nuestra Señora de París”. Ojo, que dista de ser una obra perfecta. Como le sucede a Eco en muchas páginas de “El nombre de la rosa”, el autor tiene demasiadas ganas de lucir lo mucho que sabe. Ahora bien, la tragedia que narra no puede ser más desgarradora y no me refiero al pobre Quasimodo ni a la gitana Esmeralda, víctima anticipada del “Me too”. Hablo del eclesiástico Claudio Frollo, plenamente convencido de la condenación que le aguarda y que sin embargo sólo puede seguir adelante en sus maldades. Como dicen Les Luthiers, lo difícil no es obrar mal y arrepentirse, sino arrepentirse primero y obrar mal después. Ya sé que este tipo de dilemas morales no se lleva nada, pero al margen de las creencias de cada cual eso –“La agonía del cristianismo”, tituló Unamuno- que se pierde la literatura.

Aún no se ha clasificado ningún español. Tal vez “Sónica la cortesana” sea una obra algo truquista de Blasco Ibáñez –estaba muy cotizado y entre el público internacional una novela con cartagineses de por medio recordaría a la Salambó de Flaubert-, pero el tema, la destrucción de Sagunto por Aníbal, merece el recuerdo, la técnica del autor es impecable y lo olvidada que ha quedado en nuestros días hace conveniente la restauración, por lo que le damos la SEXTA posición.

Cerremos la lista en la SÉPTIMA posición con otro compatriota. Aunque sus editores quieran hacerlo creer, Arturo Pérez Reverte no juega en la misma liga que los anteriores, pero eso no quita para que algunas de sus novelas puedan resistir aproximadamente la comparación; sobre todo las primeras, cuando aún no había creado ese personaje más chulo que un ocho que protagoniza las demás y al que parece ceder la palabra en muchas de sus columnas. La recomendación se dirige a la que creo que es la primera, “El húsar”, que no tiene nada que ver con ese personaje: un joven oficial napoleónico se apresta a debutar en la guerra afrontando una batalla en Andalucía. Desde lo bien que le prueba el uniforme ante el espejo en la página uno hasta cómo termina –no hagamos spoiler; pero digamos que, al menos desde el punto de vista estético, sumamente mal-, la novela supone una inmersión excelente en la realidad de la guerra.

Como le sucedería a casi todo el mundo, la lista se ha quedado muy corta. Dado que la gracia del blog está en que uno escribe de lo que quiere, igual se prolonga con otras siete.

 

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Joaquín Borrell

lynx@librosjoaquinborrell.com
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