La llamada de una princesa hace partir a Diomedes, definitivamente incorporado a la actividad de exquiriente, hacia el lejano Bósforo Cimerio. Debe investigar la muerte del príncipe heredero, abatido por un rayo divino cuando cazaba en el bosque sagrado de la diosa Diana, al que sólo las vírgenes pueden tener acceso. Según un viejo dicho de su oficio, “cuando te digan que un dios olímpico ha matado a una persona, casi siempre hay alguien más”. Además de la ocasión de corroborarlo, el viaje deparará a Diomedes un par de reencuentros gratos: el mundo helénico en versión arcaica, congelado en aquel remoto paradero, y Baiasca, que no ha conseguido llegar a su anhelada tierra de los cémpsicos y necesita que su destino reciba otro empujón.
DIOMEDES
Sigue en Roma, aunque su opinión sobre los romanos no ha variado y continúa añorando la vida en Grecia. Su crédito como exquiriente hace pasar por su consultorio casos de alto nivel; por ejemplo, el que reclama su presencia en el remoto reino del Bósforo Cimerio y le promete su peso en oro a cambio de averiguar si fue realmente la diosa Diana, protectora de la decencia y de la castidad, quien abatió en su bosque sagrado al príncipe Polemón, bastante ajeno en vida a tales virtudes.
PRINCESA IRIDIA:
“Fragante como el jazmín e inquietante de la pantera”, según la define su embajador, es la hermana del príncipe asesinado y aparente beneficiaria de su muerte, que la convierte en la heredera del trono. Y sin embargo es quien hace llamar a un exquiriente de la lejanísima Roma y le ofrece una fortuna si pone al asesino en sus peligrosas manos.
LAODICEA
Suma sacerdotisa del templo de Diana, es decir, la Artemisa griega, que en el Bósforo no se limita a perseguir ciervos con su arco. Al contrario, es una divinidad temible a la que encantan los sacrificios humanos. Que sus rayos fulminen a quien profana su santuario no puede parecer mal a su máxima representante.
BAIASCA
La que fue esclava de azul –y la auxiliar perfecta para un exquiriente– partió libre hacia la tierra de los cémpsicos pero la mala suerte le desvió el destino. La investigación sobre la muerte de Polemón y los caprichos de la princesa volverán a cruzar su camino con el de Diomedes; justo a tiempo, porque por una serie de circunstancias Baiasca está necesitando más que nunca un amigo.
REMALTACES
General del ejército del Bósforo, además de prometido de la princesa Iridia y gobernador de Navarís. Tiene miras altas sobre la gloria de su país; pero se quedan muy chicas si se las compara con las que alberga sobre la propia gloria.
Has leído “La esclava de azul” y quieres un poco más de lo mismo.
Te gustan los viajes exóticos en la geografía y en el tiempo.
Cuando un dios olímpico comete un homicidio tiendes a pensar que habrá alguien más.
Piensas que todo lo relacionado con la antigüedad clásica debe tener un tratamiento solemne.
Te gustan los libros espesos y largos, que se quedan muchas semanas en la mesita.
Estás embarazada y te agobia la posibilidad de ponerte de parto en medio de la pradera escita.
“Si bien la complejidad de la trama es menor, el humor aumenta de tal forma que la calidad se compensa hasta llegar al nivel de su predecesora. Si te gustó la primera parte de esta saga, este libro constituye una buena secuela con la que continuar las peripecias de Diómedes y terminar sus aventuras con un buen sabor de boca.”
Blog La Quimera lee
“Aún más fresca y divertida que la anterior si cabe, en ocasiones diría que desternillante, como si ya hubiera cogido carrete o hubiera completado su rodaje. En pocas palabras, todo lo que llevo leído de Joaquín Borrell me ha subyugado de tal forma que, si no me pareciera un atrevimiento inadmisible, le pediría personalmente que escribiese más y más obras.”
Blog hislibris